El caso que nos ocupa, cómo mejor resolver la situación del abandonado convento de la Dominicas y sus suelos, no es novedoso en Leioa. Mutatis mutandis, con pequeñas diferencias irrelevantes, el municipio ya ha vivido un supuesto similar.
Me refiero al caso del nunca finalizado Hospital que durante décadas se alzaba junto a la carreta de la Universidad y cercano al pantano de Lertutza. En este caso, tras años de abandono y devenido en un estado ruinoso, el ayuntamiento promovió, a instancias de sus últimos dueños, una modificación de planeamiento que posibilitaba el destino de sus suelos a unos nuevos usos. Esta modificación se produjo también, tras rechazar en múltiples ocasiones, propuestas de promover en dichos suelos una urbanización de viviendas exclusivas. Finalmente, el ayuntamiento accedió a autorizar la creación de un parque de actividades económicas (Saltuena) que posibilitara la implantación de empresas terciarias y de industria limpia. La modificación de planeamiento viabilizó que la propiedad de los suelos demoliera, a su costa, el mamotreto de edificio que era el Hospital no nato y reciclara sus materiales. A fecha de hoy, la propiedad no ha desarrollado las inversiones necesarias para hacer realidad el Parque de Actividades Económicas, pero el planeamiento municipal les habilita para ello.
Esta actuación, que en su día fue un hito alabado y ponderado en Bizkaia, tiene sus similitudes evidentes con el caso del convento. También entonces se pudo argüir que era mil veces mejor tirar el edificio y dejar que unos suelos rodeados de suelos más o menos rurales se regeneraran solos por la acción de la naturaleza, algo que por otro lado ya había empezado a ocurrir. Pero quienes pudieran defender esta opción no explicaron nunca quién se hacía cargo de ello y cómo se costeaba su precio. Porque habría comportado, en todo caso, comprar el suelo y acometer las obras de derribo y regeneración. Quien debía ser el pagano de ello, el ayuntamiento, la Diputación, el Gobierno, ¿las instituciones en definitiva? ¿Con qué dinero, con el que todos aportamos a los presupuestos públicos? ¿Es una buena dicotomía, pagar con dinero público (el de todos y todas), restituir los suelos a un estado natural o regular qué y cómo la iniciativa privada puede recuperar unos suelos para unos usos diversos?

No ha sido el único supuesto, ni será el ultimo
En los próximos tiempos va a haber más supuestos de tipo similar. Seguro que se suscitará un debate interesante también en torno a los suelos de la mal llamada dársena de Lamiako (nunca llegó a serlo). Nadie duda de que en tiempos antiguos fuera parte de una marisma que se extendía desde Areeta hacia Bilbao. Del mismo modo que nadie desconoce que los suelos fueron desecados por la acción reparcelatoria y urbanizadora que el comerciante e industrial Máximo Agirre cuando, fruto de la desamortización de Madoz, se hizo con dichos suelos y los habilitó para desarrollar los inicios de los actuales barrios de Santa Ana e Ibaiondo en Getxo y Leioa (ambos municipios tienen sendas calles con el nombre del caballero), e implementar un centro de ocio y turismo que quiso promoverr a modo de población de baños en Areeta, para lo que además, se promovió el ferrocarril (que unió Bilbao con Areeta primero y con Algorta y Plentzia, después). Y todo ello completado con la canalización de la Ría, las obras de acceso al Abra, el Puerto de Bilbao (por parte de Evaristo de Churruca), así como el Puente Colgante (obra de Alberto Palacio).
También en este caso habrá que decidir, en el inmediato presente ya, entre qué destino dar a estos suelos y como mejor recuperarlos para su uso y disfrute. Habrá tiempo para hacer propuestas alternativas, pero ¿también en este caso han de ser las instituciones quienes los compren y costeen su regeneración?
Reductio ad absurdum
A veces suele ser bueno utilizar lo que se denomina la técnica de la reducción al absurdo para analizar la idoneidad de una propuesta. Voy a intentar hacer un ejercicio de ello. Supongamos que, en un tiempo, ciertamente lejano, tres centros educativos ubicados en diversos parajes leioaztarras, ninguno de los cuales puede decirse que sea ni céntrico, ni urbano, perdieran su sentido y se planteara qué poder hacer con ellos y sus suelos. Digamos que son los colegios Askartza Claret, Irlandesas o la misma EHU-UPV. ¿Alguien diría seriamente que las alternativas a elegir sería que los actuales propietarios de esas infraestructuras y suelos, se resignaran a no hacer nada con ellos y promover activamente que la naturaleza, alterada en los tres casos propuestos en los años setenta del siglo pasado (como el Convento de las Dominicas), volviera a colonizarlos y así restituir los parajes naturales perdidos? Porque también fueron extensos y verdes praderas, pastizales y zonas naturales. Y bien, puestos a reducir al absurdo, de hacerse algo así, ¿quién debería pagar todo ello? ¿Las instituciones y los presupuestos públicos?

Pues no es algo muy distinto lo que ahora ocurre con el convento de las Dominicas y sus suelos situados no muy lejos, además, de Askartza, Irlandesas y la UPV.