Ondiz dorrea, un chalet de la época

Veo que en una página de Facebook que aglutina a gente de Leioa, Leioaztarrak, se han hecho eco de la reproducción de un plano que se publicó en el libro «Leioa a través de la Historia» escrito por Ana López Asensio y editado por el Ayuntamiento de la localidad.

El plano recoge una recreación de lo que pudo ser el Leioa de los tiempos de su desanexión de Erandio y, por lo tanto, de su nacimiento como Anteiglesia de pleno derecho en la Bizkaia de los primeros años de la Edad Moderna. Nos lleva, por lo tanto al Leioa de 1526.

En el plano se puede apreciar que el territorio leioaztarra se dividía en dos grandes zonas , denominadas Baserri y Marinerri, en función de que estuvieran más tierra adentro o a pie de costa, bañadas por el estuario de una Ría que, entonces, no estaba encauzada y campaba por sus respetos. Todo ello, a buen seguro, supondría una cierta especialización de las gentes que entonces habitaban la zona, bien de cara a las labores agrícolas, en un caso, y más orientados a labores que tuvieran las aguas de la Ría como epicentro, en otro.

En la geografía leioaztarra de entonces, a caballo entre el fin de la Edad Media y los albores de la Edad Moderna, únicamente un puñado de caseríos y txabolas albergaban a la escasa población que habitaba la zona; unas cuantas docenas no más, unos pocos centenares de vecinos y vecinas a lo sumo.

Vestigios del siglo XVI

Hoy en día, en pleno siglo XXI, algunas de aquellas edificaciones, o mejor dicho sus herederas dado que las más habrán sido modificadas y/o reconstruidas, mantienen su nombre y esencia. Y casi seguro, si queremos encontrar restos originarios del siglo XVI, nos costará poder hacerlo. Me atrevo a decir que, salvo alguna excepción, las construcciones más antiguas aún en pie que conservan vestigios directos y apreciables a la vista de quien quiera verlas, se encuentran, en lo que a edificios religiosos hace referencia, en la parte más antigua de la Iglesia de San Juan Bautista (puertas de acceso, base De la Torre y arcos interiores), así como en las ermitas (sobre todo Ondiz y San Bartolomé) y, en lo que a edificios civiles se refiere, en el arco del portón del baserri Altzaga en el barrio de Basaiz y en Ondiz dorrea.

Ondiz dorrea u Ondiztorre

Hoy quiero hacer referencia a esta última: la torre de Ondiz. Durante años, esta edificación formó parte del elenco de casas torre que, según los autores especializados, jalonaron el territorio de Bizkaia. Las casas torre eran las edificaciones más soberbias de la época. Pertenecían a los Parientes Mayores y a sus familias allegadas, la nobleza del territorio que, a lo largo de toda la Edad Media, protagonizó la guerra de banderizos y asoló el Territorio. Tenían una doble función: eran, por un lado, edificios de corte defensivo y, por otro, hogar y morada de sus Jauntxos. En el caso de la de Ondiz, los autores creían que se correspondía con una casa torre menor, perteneciente a una familia segundona y tributaria de alguna de las más poderosas de la zona y con una función de vigía hacia la Ría.

Y, sin embargo, hoy sabemos que no fue así. Cuando el Ayuntamiento de Leioa se hizo con el dominio del edificio y se propuso rehabilitarlo, quiso hacerlo buscando la mayor correspondencia del mismo con respecto a lo que pudo ser su imagen original. La torre, fruto de cientos de años de diversos usos y alteraciones, presentaba una imagen totalmente distorsionada. Había sido desfigurada y envuelta con multitud de ampliaciones exteriores y tantos pegotes a modo de feas verrugas que no permitían hacerse una idea cabal de cómo había sido a principios del siglo XVI. Y para poder afinar el trabajo, se encargó a un experto su estudio y propuesta de reconstrucción. Creo que fue González Cembellín, historiador y erudito en materia de edificaciones antiguas. Sí, el mismo que protagonizaba el programa de «Todos los apellidos vascos» que emitió ETB y se encargaba de buscar la genealogía y antepasados de las personas invitadas al mismo.

Una vez eliminados todos los apósitos extraños añadidos a la Torre, el experto pudo analizar el edificio original y dar su opinión. Y concluyó que no es una casa torre. Ni el tamaño de su planta , ni el grosor de los muros, ni la altura del edificio se corresponde con una edificación de corte defensivo. Era un edificio residencial de alto copete. O sea, un chalet de la época, como lo describió muy gráficamente.

Casa de una familia adinerada

El edificio se dató entre 1515 y 1520. Fue la casa de una familia adinerada, posiblemente la más rica del Leioa de entonces. Pero, ¿por qué tenía, entonces, esa apariencia de casa torre si realmente no lo era? Pues por una sencilla explicación. Por aquel entonces, las casas torre existentes en el Señorío de Bizkaia habían perdido ya su condición de casas fuertes. Los Reyes Isabel y Fernando, titular ella de la Corona de Castilla y del Señorío, cansados de tanta guerra banderiza y atendiendo a las peticiones de villas y población en general, habían ordenado desmochar (derruir las partes altas) de las torres y despojarlas de cualquier elemento defensivo al objeto de pacificar el Territorio. Así, las casas torre perdieron altura, almenas y merlones, fueron desapareciendo las entradas en alto o patines y los matacanes, entre otros elementos. Pero, sin embargo, las construcciones siguieron siendo durante años, y antes de su progresiva evolución a los primeros palacetes renacentistas (por ejemplo la casa torre de Muntsaratz en Durangaldea), el tipo de casa residencial por excelencia. Siguieron siendo el paradigma de las casa de una familia rica y poderosa.

Y es entonces cuando esta familia de Leioa, venida a más y con dinero, tiene la oportunidad de construir su nueva casa. Y lo hace siguiendo y copiando el patrón de casona de la época. O sea, que copia la estética aunque no la dote de ningún elemento defensivo que ya ha perdido toda necesidad. La construye en buena posición dominante, en un alto, bien visible desde la Ría, y a pie de uno de los pocos caminos que transitaban por Leioa. Y utiliza buenos materiales, sillares en las esquinas, los cuales fueron reutilizados en la reconstrucción que el ayuntamiento llevó al efecto.

La reconstrucción realizada siguió las pautas recomendadas por el experto. La casa es ahora como parece que pudo ser entonces. Únicamente tiene un añadido, el cuerpo edificatorio anexo y forrado en madera que alberga el nudo de comunicaciones (escalera y ascensor) que la accesibilidad de hoy exige un edificio que, si en el siglo XVI fue privado, es ahora de titularidad y uso público. La planta del edificio no permitía resolver estas necesidades en el interior de la casona sin comprometer drásticamente su uso por la ciudadanía. Y, a modo de perfecto colofón, se situó junto al edificio una preciosa escultura de Jesús Lizaso, artista vasco de renombre internacional.

Lo dicho, Ondiz dorrea, un chalet de la época entonces, un edificio señero de la memoria del Leioa de hoy.

Estado de Ondizdorrea cuando el ayuntamiento se hizo con ella fruto del desarrollo urbano de la zona y antes de su restauración por las autoridades municipales

Una respuesta a «Ondiz dorrea, un chalet de la época»

  1. Esa torre de madera nos recuerda como eran las torres inicialmente, de madera. Y así te puedes imaginar la primera torre y la segunda juntas. Sin que le hubiese hecho falta tirarla. Una buena solución y ademas así se ven como eran las primeras torres, de madera

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